Justificación y Mea Culpa Conozco hace muchos años a Reinaldo Casanova. Trabajó junto a mí, en una primerísima
agencia de publicidad. Es lógico que ninguno de los dos fuéramos profesionales del trabajo que desempeñabamos, porque todavía
la disciplina que nos habían encomendado era sólo una ocupación. Poco, muy poco tiempo después, se convirtió, por obra
y gracia del ejercicio de la comunicación, rigorista y mezclada con otras ciencias (de sciens), en una prometedora y luego
fructífera profesión, sin que se exigiera ningún voto para su quehacer. Fuimos testigos y actores de esa pasmosa transición,
que lógicamente nos lleno de fe, esperanza y júbilo. Prescindo de la caridad adrede, porque en el "Diccionario de la
Rima" está excesivamente cercana de la vanidad. De este compañero de andanzas guardo los mejores recuerdos, afectuosos
y desinteresados. Por mi parte y sin duda alguna por la nostalgia, dada mi edad, la melancolía, esta es la única razón de
mi presencia en estas páginas. La consagrada amistad de aquellos felices días. Ha hecho muy bien el autor, de apoyarse
firmemente en el prestigio de un destacado miembro de la Compañía de Jesús, Mikel de Viana. El pondrá la "ordinatio rationis"
que el texto y su contenido merecen, a la vez que espero contrito y humilde su absolución. Aita Gurea, respetado Padre de
Viana. Lo demás que se vá a decir a continuación, implorando la sublime inspiración deifica, lo dejamos a la luz de
los entendimientos del lector, que ojalá pase de estas líneas preliminares. De cómo Reinaldo entra a la Literatura
"Predestinato". Alguien que se llame Reinaldo tiene mucho adelantado en su papel de Juglar. Y por supuesto
Casanova define, per sé, una sinonimia de conquistador. Este trovador del Mester de Clerecia, naturalmente, cambió sus
divertidos y coloquiales menesteres por los no menos exultantes y tormentosos de la publicidad. Ahí estuvo mucho tiempo,
hasta convertirse, por su inteligente y afinada prestidigitación intelectual, en uno de los más exitosos Presidentes de Agencia.
Hizo de cuanto hay que hacer en la intrincada selva del mundillo que lo mantenía y lo rodeaba. Ejercitó la publicidad, la
propaganda, las relaciones públicas, la imagen corporativa y hasta incursionó en el mundo político como asesor de imagen y
consultor de campañas. Casanova, en el ramo publicitario, "vino, vio y venció". Solo en publicidad y que
Dios y el Padre de Viana perdonen tamaña blasfemia los designios de El Señor son escrutables. No falla. Llegada cierta madurez,
nuestros grandes hombres de la comunicación sienten la irresistible libido literaria. Y por arte de magia deseada, aparece
la obsesión de escribir un libro. Quien fuera mi catedrático de literatura comparada, Guillermo Díaz Plaja, uno de los
mayores trabajadores intelectuales de nuestro tiempo, dijo en alguna ocasión que "la irrupción del escritor se produce
con el mismo ímpetu con que la lava emerge por el cráter de un volcán". Naturalmente, de esta escondida violencia
se hace el ansia del que empieza, que desesperadamente busca por todas partes el cauce que le conduce a catapultar lo que
él lleva o que cabe llevar en su corazón y que por supuesto tiene la radical justificación de su esfuerzo. Ahí esta el libro
Siglo XX: Nadie tuvo la Razón para demostrarlo. Siglo XX: Nadie tuvo la Razón La fecundidad
de Reinaldo ordenó y desordenó cuando quiso, sus experiencias, sus avatares, sus luchas, sus alegrías y sus pesares, en esta
ópera prima. Los variados enfoques y centros de referencia que se suceden en las líneas, escritas algunas veces a vuelapluma,
están animados siempre por una intención, integrada o desintegradora, según los casos, que proporcionan como resultado final
una visión muy completa de los condicionamientos, problemas y dificultades que los personajes reales llevan aparejados.
El autor mismo no alcanza a clasificarlo en ningún género literario. La nomenclatura que contienen sus páginas, vertidas
en nombres de hoy, ayer y mañana, protagonistas, deuteragonistas o coro general del tiempo vivido y vivo, le consagran como
un hombre valiente, arriesgado, que se ha atrevido a realizar unas someras y válidas meditaciones sobre aspectos tan importantes
como controvertidos, desde el confuso y enmarañado caudillaje del ayer de nuestra historia, hasta el hoy de nuestra funambulesca
democracia. Tampoco yo me encuentro con los suficientes méritos o saberes, para encasillar al libro. La significativa
pluralidad de su temario, el lenguaje coloquial de sus dialogos y expresiones y las directas alusiones, casi siempre oportunas,
me lo impiden. Mi defecto es la subjetividad. No me atrevo a insinuar llamarlo al estilo Casanovista. Dejémoslo así. Es
el libro fiel del "yo y mis circunstancias", que posee una asistemática concatenación, vigorosa y atractiva. Escrito
con desenfado y sin ninguna debilidad cultural que pudiera sonrojar al autor, quien tiene en todo momento una respuesta feraz
en medio de un juego de esgrima feroz, en el que sus fintas y amagos le hacen salir siempre triunfante. Es decir, sin que
el lector ni siquiera intuya, que el contrincante le ha rozado. Mauricio Gómez Leal Caracas, Febrero
del 2001
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